ORDEN Y DESORDENES

Es un mito eso de que andemos buscando el equilibrio constantemente. Y la experiencia me ha hecho pensar en que forma parte del conjunto de cosas que, se supone, “debemos” tener para ser más felices. Como si la estabilidad fuera siempre un estatus deseable, nos plantamos ante nuestros seres queridos deseándoles que organicen sus vidas, dando por hecho que lo correcto es lo bueno.
Si hay algo importante en coaching es mantener siempre la confianza en el cliente, estar en él. No sucumbir al propio criterio, es decir, no pretender tener las respuestas que alguien ha venido a buscar por si mismo.
He tenido la fortuna de encontrarme con personas que querían orden, pero no como un fin último, sino como un medio. Personas sorprendentes que buscaban la forma más segura de atacar la atalaya desde la que llenarse de perspectiva… para poder lanzarse después al vacío de lo desconocido. He aprendido mucho con ellos.
La respuesta no era la seguridad, sino que esta se había convertido en un extraordinario trampolín para romper con lo establecido. Seguramente hace falta mucho valor para ello, me he repetido muchas veces. Y no paro de pensar en que en ocasiones, la mejor receta es construir un orden limpio y lleno de certezas, que, si así se desea, permita después tirar abajo los estereotipos -que, para muchos, se terminan convirtiendo en muros, en condenas-.
Creo que por eso, hay momentos en la vida donde, personalmente, pude llamar valor a la cobardía, y seguridad a la falta de compromiso conmigo mismo.
¿Y si fueses libre para montar y desmontar esos muros?
¿Tienes algo que desordenar? ¿Y si fuera bueno el desorden?

Deja un comentario